Hacía
una tarde estupenda y estaba en el parque con una amiga y mi novio.
La hora de cenar estaba cerca y mi amiga se fue a casa. Una vez solos
mi novio no para de mirarme y de humedecerse los labios de forma muy
sugerente.
Como
se nos hacía tarde decidimos levantarnos para marcharnos pero cuando
pasábamos junto a un escenario que está situado allí y que tiene
unos muros de piedra muy altos me sujetó por la muñeca me apretó
contra los ladrillos y me empezó a besar salvajemente.
Dirigió
sus manos a mis tetas y las apretaba con fuerza, apretaba los pezones
a través del sujetador…. Y como consecuencia comencé a excitarme.
La
situación me daba un poco de vergüenza ya que estábamos en un
lugar público y cualquiera que pasara nos podía ver pero me daba
igual, la excitación me nublaba la mente y no era capaz de pensar
con claridad. El roce de su miembro, duro y caliente, sobre mi
entrepierna me volvía loca. Le metí la mano por los pantalones y
evitando su ropa interior llegue a mi destino. Lo rodee con mi mano y
empecé a moverla primero despacio y luego cada vez con mayor
rapidez. De su boca escapaban de vez en cuando pequeños gemidos de
placer.
Por
su parte él sacó mis tetas de la camiseta y comenzó a lamer mis
pezones y a pellizcarlos, a estirar suavemente de ellos sin
dejar de atraparlos entre sus dientes… Mi temperatura aumentaba y
la humedad de mi sexo se iba haciendo cada vez más grande. Cuando él
dirigió su mano hacia allí ya había traspasado los pantalones.
Ya
nos era imposible parar. Estábamos demasiado calientes. Era
tarde y ya no había nadie en el parque por lo que decidimos dar
rienda suelta a nuestra pasión allí mismo. Él se tumbo en el
suelo dejando al descubierto su miembro erecto y sediento de sexo. Yo
me tumbe encima despojándome de mi ropa interior y de mis
pantalones. Me senté encima de el y dejé que su miembro se
introdujera en el mío lentamente, para sentirlo mejor.
Me
muevo cada vez con más intensidad y la humedad de mi sexo empapa tus
piernas mientras tu sigues recostado pellizcándome los pezones. No
puedo para de gemir.
A
lo lejos, sentado en un banco un chico se está masturbando mientras
nos mira, pero me da igual, me pone ver como está disfrutando a
nuestra costa. Mi novio también lo ha visto y parece que le excita
que nos miren.
Umm… puede
que le invite a venir…
Por
alguna razón mi novio al ver mi expresión sabía en lo que estaba
pensando y asintió con la cabeza. Gire la cabeza hacia el chico del
banco y éste no apartó la mirada de mi. Cuando vio el geste que le
hice indicando que viniera su expresión paso de excitación a
asombro, pero no se lo pensó mucho y se dirigió hacia aquí.
Yo
seguía en la misma postura así que le ofrecí mi boca. Él gustoso
metió su miembro entre mis labios y me tocó la garganta con su
glande.
El
desconocido estaba excitadísimo, me follaba la boca de una manera
salvaje lo que hacía que de mis ojos se escapara alguna lágrima
debido a los puntados que recibía mi garganta. Por otra parte las
penetraciones de mi novio eran cada vez más profundas. Necesitaba
sacarme su miembro de la boca para gemir.
- Está
a punto de correrse. ¿Quieres probar su sabor? – le dijo mi novio
al desconocido.
El
chico accedió de buen grado. Salió de entre mis piernas e izo que
me tumbara en la hierba. El desconocido puso su cabeza entre mis
piernas y hundió su lengua en mi interior. Mientras me lamía
entera me masturbaba con dos de sus dedos. Comencé a gritar como una
descosida. Por otra parte mi novio estaba a mi lado masturbándose
con la imagen que le ofrecíamos.
El
desconocido me agarraba de la cadera y me acercaba más a el para que
la penetración de su lengua fuera más profunda y más placentera.
Notaba en mi interior como su lengua recorría cada centímetro de mi
sexo sin descanso.
Al
final de mí salio una corrida brutal. Mi orgasmo llenó su boca y
resbalaba por su cuello hasta llegar a su pecho. Mi novio al verlo
descargó el suyo sobre mi boca y mi pecho. Después de aquél día
no he vuelto a ver a ese chico.
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