Aquella noche las estrellas brillaban
con una intensidad que pocas veces suele verse en la ciudad. Por una
vez en muchos días, ni una sola nube cubría el azul oscuro del
cielo. El ambiente era frío pero todavía se podía estar fuera sin
ningún problema.
Ellos paseaban tranquilamente por las
calles, sin rumbo, dejando que los minutos del reloj pasaran
esperando que lo hicieran lo más lentamente posible. Hacía mucho
tiempo que no estaban juntos ya que las ocasiones para verse siempre
eran muy escasas y querían exprimir ese tiempo todo lo que pudieran.
Pero el aire aquella noche era muy
fuerte y tuvieron que buscar refugio en un portal cercano. Se
acomodaron allí y charlaron durante mucho tiempo. Sentados en el suelo, sus
cuerpos casi se tocaban. Ambos podían notar el calor que desprendía
el otro. Entre conversación y conversación la temperatura de sus
cuerpos aumentaba poco a poco a pesar del frío de la noche.
En un momento dado una pequeña ráfaga
de aire se coló dentro del portal. Ella se estremeció y del roce
del sujetador al moverse sus pezones se pusieron duros. Cuando lo
notó, se hecho a reír y mordiéndose el labio inferior durante
apenas un segundo giró su cabeza para poder mirarle a los ojos.
- Vaya – dijo con la voz más
coqueta que fue capaz de conseguir – se me a puesto un pezón
duro. - Mientras decía eso con una de sus manos se bajaba un poco
el escote de su camiseta como si fuera a colar uno de sus dedos por
debajo de la tela. - Te diría que lo tocaras para que veas que no
te miento pero ¿no quieres no?
Ante la provocación, él estiró una
de sus manos y le tocó el pecho, buscó el pezón que sobresalía
sobre la ropa y lo apretó con fuerza entre sus dedos. Ella gimió y
tembló. Sus mejillas ardían al mirarle y ver esa maldita media
sonrisa en sus labios que ponía siempre que quería ponerla
cachonda.
Cuando se quedó satisfecho de oírla
gemir, la soltó y le introdujo dos de sus dedos en la boca, tan
adentro que casi la ahogaba. La dejaba sin aire y ella la miraba
abrumada por la sorpresa de sus movimientos. La sensación de ahogo
hacía que su sexo se humedeciera cada vez más rápido.
Él quería que notara como podía
poseerla con ese simple gesto y al verla con los ojos llorosos su
miembro empezó a apretar contra su pantalón. Cuando por fin liberó
su boca ella se inclinó hacia delante y colocó su boca a unos
centímetros del cuello de su amante. Entreabrió sus labios y dejo
salir su lengua la cual colocó sobre el cuello, lamiéndolo desde
donde empezaba el cuello de su camisa hasta el lóbulo de su oreja
que luego terminó mordiendo.
Continuó besando y lamiendo su
cuello. Los mordiscos empezaban a dejar marca en su piel. Él gemía
cuando notaba la presión de los dientes en su carne. Ella le
desabrochó un par de botones de la camisa, volvió a subir sus
labios hacia arriba y mordió otra vez su oreja haciéndole
estremecer. Bajó poco a poco lamiendo todo su cuello hasta llegar a
su pecho donde se detuvo para besarlo. Él gemía en voz baja
entrecortadamente cada vez que le mordía, algo que la calentaba
sobremanera.
Él, con el fuego de la excitación en
los ojos la agarró del pelo y estiró su cabeza para atrás. La
obligó a mantenerse así, con esa feroz mirada clavada en sus ojos y
entonces, aprovechándose de su escote, hundió la cara en sus
pechos. Él quería disfrutar de sus pechos y no iba desperdiciar la
ocasión. Le soltó el pelo y se aferró a ellos con ambas manos. Los
estrujaba y apretaba los pezones por encima de la ropa. De un tirón
los sacó un poco hacia fuera y lamió sus pezones. Los atrapó entre
sus dientes y mordió con fuerza. A ella se le escapó un gemido.. Le
gustaba que fuera duro con ella y él lo sabía y se aprovechaba de
ello. Cuando por fín liberó a sus pezones sus pechos revotaron y
ella empezó a respirar entrecortadamente. Le ardía la cara y tenía
las mejillas totalmente coloradas.
Él, totalmente excitado, se desabrocho
el cinturón y tomando la mano de ella la coló entre sus pantalones.
Ella gimió al notar la polla dura en su mano. Agarró su miembro por
la base y comenzó a masturbarlo, primero despacio pero cada vez
más deprisa pues el calor se apoderaba de ella y no podía
tranquilizarse.
Ambos gemían y se miraban a los ojos.
Él con una mano la agarró de cuello y con la otra la sujetó por el
pelo echando su cabeza hacia atrás. Haciendo así que, por un
momento, perdiera la cabeza totalmente, volviéndola loca.
Luego la soltó y le apartó la mano de
su miembro.
- Levántate - dijo él con voz firme.
Ella obedeció y entonces él la agarró
con fuerza y la puso mirando la pared. No fue un impulso, era algo
que llevaba pensando desde que salieron juntos a pasear. La frente
pegada al frió ladrillo, las manos una a cada lado de su cabeza, las
piernas abiertas y las caderas separadas de la pared.
Se quedó unos segundos quieto, a su
espalda. Contemplándola. Le ponía a mil ver como ella obedecía a
sus órdenes temblando. Entonces el la agarró del pelo, la obligó a
mover la cabeza para atrás y apretó su sexo contra ella. Cuando
ella notó aquel miembro tan duro presionar contra su culo gimió y
lo movió para rozarse contra él.
Él la azotó un par de veces, le dio
la vuelta y haciendo presión en sus hombros la obligó a bajar hasta
ponerse de rodillas.
Ella, presa de su excitación, abrió
la boca, sacó la lengua y esperó, como si fuera un animal
amaestrado esperando una recompensa.
Entonces él juguetón, acercó sus
caderas hasta que su miembro estuvo a unos milímetros de la boca de
su amante. Podía notar su aliento caliente sobre su glande. Torció
su boca con una media sonrisa que ella no podía ver y acarició su
lengua despacio. Ella gruño y levantó sus ojos implorándole que se
la metiera. Él río quedamente y de un golpe le introdujo la
totalidad de su polla en la boca. Tan excitado como estaba no quería
andarse con delicadezas.
A ella le sobrevino una arcada ante el
repentino asalto pero la aguantó transformándola en lágrimas. Él
continuó moviendo las caderas con fuerza, excitándose con los ruidos
obscenos que salían de la boca de su amante cuando la saliva y su
polla no la dejaban respirar atravesando su garganta.
Cuando vió que el ahogo se apoderaba
de ella la dejó respirar sacándola de su boca. Ella tosía y se
debatía intentando respirar mientras el la miraba.
- Apoya la cabeza contra la pared y no
te nuevas.
Ella obedeció y él volvió a llenarle
la boca esta vez lentamente hasta el fondo.
No podía mover la cabeza. La presión de
sus caderas era tan fuerte que no le dejaba despegar la cabeza de la
pared. Él empezó a moverse lentamente pero con fuerza. Llegaba tan
profundo que las lagrimas no dejaban de salir y la saliva no paraba
de gotear entre sus labios. Él aguantaba su miembro en el fondo de
su garganta hasta que las arcadas eran tan fuertes que ella
necesitaba relajarse. Sólo entonces le permitía respirar sacándole
el miembro de la boca unos pocos segundos. Los indispensables para
que pudiera volver a tomarle por completo. Ella inconscientemente,
había llevado una de sus manos a su sexo y se acariciaba. Tenía las
medias mojadas y el sexo le palpitaba.
Él, al darse cuenta, se apartó y con
un movimiento de la mano le indicó que se levantara. La agarró por
las caderas y la puso de cara a la pared. La cara pegada a la pared,
las caderas separadas, de manera que pareciera que se le estaba
ofreciendo. Colocó uno de sus pies entre los de ella y con un
empujón la hizo abrirse de piernas. Levantó su falda dejando su
trasero expuesto. Con sus fuertes manos agarró las medias y las
rompió de un tirón. Movió hacia un lado la ropa interior dejando su
sexo expuesto. Goteaba, incitándole a entrar.
Agarró su falda doblada a la altura de
sus caderas y la penetró de un golpe. Su sexo caliente le abrazaba y
presionaba. Él se movía frenéticamente. Ella agradecía el frío de
los ladrillos contra su mejilla en contraposición del calor de su
piel. Él siguió así hasta que notó como el orgasmo de ella mojaba
su abdomen y hacia temblar sus piernas. Continuó un poco más así
hasta que la excitación pudo con él.
Al borde del orgasmo, sacó su miembro
del interior de la chica. Cuando ella recuperó la compostura volvió
a hacer que se arrodillara ante él, y colocando su cara justo
delante de su miembro se masturbó durante unos instantes hasta
liberarse sobre la cara de ella, marcándola como suya, como llevaba
deseando hacer desde hace tanto tiempo.
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