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martes, 2 de agosto de 2016

De cara a la pared

Apoyada la cara en la pared ella le espera. Con las manos por encima de la y las muñecas sujetas con unas esposas de cuerpo. Una de sus mejillas contra la pared, sus labios pintados de rojo manchando el papel de la pared. Las piernas separadas y las caderas bien alejadas de la pared. Su cuerpo desnudo por completo excepto por las medias negras y el ligero que las sujeta, refleja la luz que emanan diversas velas repartidas por la habitación.

Su respiración se agita al oír unos pasos a su espalda. Es Él. Se acerca. Su cuerpo se tensa y su corazón se acelera.

Con un elegante movimiento de su mano derecha le retira cuidadosamente el pelo del cuello y lo deja caer por encima de su hombro.

Acerca sus labios a su nuca y, sin llegar a rozarle, exhala su cálido aliento sobre su piel. El vello de punta. Escalofríos.

Cierra los puños y aprieta más fuerte la cara contra la pared confiando que el frío que siente en su mejilla aliviará un poco el calor que palpita en su interior. Cierra los ojos e inspira profundamente.

Él se aleja un poco de ella y con el dedo índice recorre su espalda desde la nuca a su trasero. Muy lentamente. Vértebra a vértebra. Después acaricia suavemente su trasero con la palma de la mano. Se arrodilla ante ella y posa la mejilla ahí su mejilla. Permanece unos segundas así. Deposita un fugaz beso, se incorpora y sale de la habitación volviendo a dejarla sola. Pero ahora la espera es más dolorosa. No quiere quedarse tanto tiempo sola como antes. No ahora que ha podido sentir sus manos en su cuerpo, su aliento en la piel. Es demasiado cruel volver a esperarle sin saber cuando regresará.
Pasan los minutos y nada cambia. Pero, cuando parece que el calor que siente en su interior va a consumirla por completo vuelve a escuchar esos pasos tan familiarmente liberadores. Por fin a regresado. Se oye un ruido de un objeto golpeando contra la mesa pero no es capaz de ver qué lo ha provocado.

Vuelve a sentirlo detrás y esta vez sus dedos van directos a su sexo. Es un simple roce al principio pero basta para hacerla temblar ante el contacto. Sólo se limita a acariciar su exterior con la yema de los dedos. Ella, inconscientemente, separa un poco más las piernas y eleva el trasero en una invitación muda a adentrarse en su interior. Él sonríe ante ese reflejo y le introduce un dedo en su palpitante e hinchado sexo. Ella deja escapar un suave gemido seguido de un escalofrío. Su cuerpo reacciona y su sexo se moja más aún como si rogara para que los demás dedos le siguieran. Él atraído por su predisposición comienza a meter uno tras otro todos los dedos que quedan fuera y empieza a moverlos de manera suave pero constante hasta que acompañado por sus gemidos llega su orgasmo que se escurre por su brazo hasta caer al suelo. A estas alturas sus pezones están tan erectos que casi rozan la pared. Él, consciente de eso, coloca una de su manos entre sus omóplatos y la empuja hacia delante. Sus pezones se aplastan contra la fría pared y la hacen gritar ante lo que Él no puede evitar esbozar una sonrisa.

Se acerca a la mesa y coge el objeto que ella no había sido capaz de identificar.
Él le acaricia el trasero con el objeto y es cuando ella por fin lo reconoce. Una pala de madera. Su favorita.

Una emoción intensa se apodera de su cuerpo y su mejillas se enrojecen. Él colocando las manos en sus caderas y su pierna entre las suyas recoloca su postura. Las piernas tan separadas que le duelen y las caderas bien arqueadas hacia atrás.

Ella sabe que en cuestión de segundos va a asestarle el primer golpe pero es incapaz de dominar la emoción que recorre su cuerpo cuando la pala choca contra la piel. Suelta un grito y aprieta los puños. Ha sido más fuerte de lo que ella esperaba pero no por ello menos placentero. Los golpes se suceden uno tras otro sin descanso. Su piel hay está completamente roja y el trasero le escuece pero el placer que siente es tan intenso que resbala por sus muslos. Ella, sin dejar de gemir, lame el papel de la pared cada vez que un nuevo azote cae sobre su cuerpo.

Tras varios minutos deja la pala en la mesa y acaricia la piel enrojecida de su trasero. No puede resistirse a darle un par de azotes más con su propia mano y sentir esa piel ahora tan cálida.
Agarrándola por los hombros la obliga a moverse. La mira fijamente a los ojos antes de indicarle que se ponga de rodillas frente a Él. Ella obedece diligentemente y espera su próximo movimiento con los labios entreabiertos y los ojos puestos en sus firmes manos.

Él desabrocha el botón de su pantalón y baja su cremallera dejando a la vista su ropa interior lisa de color negro. Su abultado miembro empuja hacia fuera queriendo salir. Él lo libera de sus calzoncillos quedando así a unos pocos centímetros de sus labios. Su sexo palpita al ver el enorme tamaño de su miembro erecto.
Con una mano la sujeta por la barbilla y le introduce el pulgar en la boca mientras que con la otra comienza a masturbarse. Su respiración se agita y empieza a jadear. De su miembro escapan algunas gotas de lo que será su orgasmo. Ella le mira y le suplica silenciosamente. Él coloca las manos a su espalda y se acerca un paso hacia delante. Ella abre la boca todo lo que puede e intenta introducírsela entera. Sus ojos lloran cada vez que su miembro llega al fondo de su garganta pero soporta las arcadas. Cuando las palpitaciones en su sexo se hacen más evidentes Él avanza un par de pasos más hacia delante haciendo que ella retroceda hasta que su cabeza choca contra la pared situación que Él aprovecha para adelantar sus caderas y meterle el miembro hasta el fondo sin dejar que ella pueda hacer otra cosa que no sea aguantar las arcadas que le sobrevienen. Cuando la libera, ella da grandes bocanadas de aire intentando recomponerse. Él vuelve a hacerle lo mismo hasta que siente que su orgasmo es inminente, momento en el cual saca el miembro de su boca y deja fluir su orgasmo por su cara y sus pechos mientras ella mantiene la boca abierta y la lengua fuera.


Él se marcha de las estancia dejándola sola otra vez. A quedado satisfecho. Ella, feliz, pues sabe que Él no tardará en volver para seguir haciéndola disfrutar con sus deliciosos métodos de placer.




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