Apoyada la cara en la pared ella le espera. Con las manos por
encima de la y las muñecas sujetas con unas esposas de cuerpo. Una
de sus mejillas contra la pared, sus labios pintados de rojo
manchando el papel de la pared. Las piernas separadas y las caderas
bien alejadas de la pared. Su cuerpo desnudo por completo excepto por
las medias negras y el ligero que las sujeta, refleja la luz que
emanan diversas velas repartidas por la habitación.
Su respiración se agita al oír unos pasos a su espalda. Es Él.
Se acerca. Su cuerpo se tensa y su corazón se acelera.
Con un elegante movimiento de su mano derecha le retira
cuidadosamente el pelo del cuello y lo deja caer por encima de su
hombro.
Acerca sus labios a su nuca y, sin llegar a rozarle, exhala su
cálido aliento sobre su piel. El vello de punta. Escalofríos.
Cierra los puños y aprieta más fuerte la cara contra la pared
confiando que el frío que siente en su mejilla aliviará un poco el
calor que palpita en su interior. Cierra los ojos e inspira
profundamente.
Él se aleja un poco de ella y con el dedo índice recorre su
espalda desde la nuca a su trasero. Muy lentamente. Vértebra a
vértebra. Después acaricia suavemente su trasero con la palma de la
mano. Se arrodilla ante ella y posa la mejilla ahí su mejilla.
Permanece unos segundas así. Deposita un fugaz beso, se incorpora y
sale de la habitación volviendo a dejarla sola. Pero ahora la
espera es más dolorosa. No quiere quedarse tanto tiempo sola como
antes. No ahora que ha podido sentir sus manos en su cuerpo, su
aliento en la piel. Es demasiado cruel volver a esperarle sin saber
cuando regresará.
Pasan los minutos y nada cambia. Pero, cuando parece que el calor
que siente en su interior va a consumirla por completo vuelve a
escuchar esos pasos tan familiarmente liberadores. Por fin a
regresado. Se oye un ruido de un objeto golpeando contra la mesa pero
no es capaz de ver qué lo ha provocado.
Vuelve a sentirlo detrás y esta vez sus dedos van directos a su
sexo. Es un simple roce al principio pero basta para hacerla temblar
ante el contacto. Sólo se limita a acariciar su exterior con la yema
de los dedos. Ella, inconscientemente, separa un poco más las
piernas y eleva el trasero en una invitación muda a adentrarse en su
interior. Él sonríe ante ese reflejo y le introduce un dedo en su
palpitante e hinchado sexo. Ella deja escapar un suave gemido seguido
de un escalofrío. Su cuerpo reacciona y su sexo se moja más aún
como si rogara para que los demás dedos le siguieran. Él atraído
por su predisposición comienza a meter uno tras otro todos los dedos
que quedan fuera y empieza a moverlos de manera suave pero constante
hasta que acompañado por sus gemidos llega su orgasmo que se escurre
por su brazo hasta caer al suelo. A estas alturas sus pezones están
tan erectos que casi rozan la pared. Él, consciente de eso, coloca
una de su manos entre sus omóplatos y la empuja hacia delante. Sus
pezones se aplastan contra la fría pared y la hacen gritar ante lo
que Él no puede evitar esbozar una sonrisa.
Se acerca a la mesa y coge el objeto que ella no había sido capaz
de identificar.
Él le acaricia el trasero con el objeto y es cuando ella por fin
lo reconoce. Una pala de madera. Su favorita.
Una emoción intensa se apodera de su cuerpo y su mejillas se
enrojecen. Él colocando las manos en sus caderas y su pierna entre
las suyas recoloca su postura. Las piernas tan separadas que le
duelen y las caderas bien arqueadas hacia atrás.
Ella sabe que en cuestión de segundos va a asestarle el primer
golpe pero es incapaz de dominar la emoción que recorre su cuerpo
cuando la pala choca contra la piel. Suelta un grito y aprieta los
puños. Ha sido más fuerte de lo que ella esperaba pero no por ello
menos placentero. Los golpes se suceden uno tras otro sin descanso.
Su piel hay está completamente roja y el trasero le escuece pero el
placer que siente es tan intenso que resbala por sus muslos. Ella,
sin dejar de gemir, lame el papel de la pared cada vez que un nuevo
azote cae sobre su cuerpo.
Tras varios minutos deja la pala en la mesa y acaricia la piel
enrojecida de su trasero. No puede resistirse a darle un par de
azotes más con su propia mano y sentir esa piel ahora tan cálida.
Agarrándola por los hombros la obliga a moverse. La mira
fijamente a los ojos antes de indicarle que se ponga de rodillas
frente a Él. Ella obedece diligentemente y espera su próximo
movimiento con los labios entreabiertos y los ojos puestos en sus
firmes manos.
Él desabrocha el botón de su pantalón y baja su cremallera
dejando a la vista su ropa interior lisa de color negro. Su abultado
miembro empuja hacia fuera queriendo salir. Él lo libera de sus
calzoncillos quedando así a unos pocos centímetros de sus labios.
Su sexo palpita al ver el enorme tamaño de su miembro erecto.
Con una mano la sujeta por la barbilla y le introduce el pulgar en
la boca mientras que con la otra comienza a masturbarse. Su
respiración se agita y empieza a jadear. De su miembro escapan
algunas gotas de lo que será su orgasmo. Ella le mira y le suplica
silenciosamente. Él coloca las manos a su espalda y se acerca un
paso hacia delante. Ella abre la boca todo lo que puede e intenta
introducírsela entera. Sus ojos lloran cada vez que su miembro llega
al fondo de su garganta pero soporta las arcadas. Cuando las
palpitaciones en su sexo se hacen más evidentes Él avanza un par de
pasos más hacia delante haciendo que ella retroceda hasta que su
cabeza choca contra la pared situación que Él aprovecha para
adelantar sus caderas y meterle el miembro hasta el fondo sin dejar
que ella pueda hacer otra cosa que no sea aguantar las arcadas que le
sobrevienen. Cuando la libera, ella da grandes bocanadas de aire
intentando recomponerse. Él vuelve a hacerle lo mismo hasta que
siente que su orgasmo es inminente, momento en el cual saca el
miembro de su boca y deja fluir su orgasmo por su cara y sus pechos
mientras ella mantiene la boca abierta y la lengua fuera.
Él se marcha de las estancia dejándola sola otra vez. A quedado
satisfecho. Ella, feliz, pues sabe que Él no tardará en volver para
seguir haciéndola disfrutar con sus deliciosos métodos de placer.
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