“Cómo ha cambiado desde la última vez que te vi”. Esas eran
las primeras palabras que le dijo después de tantos años.
Apenas eran unos niños cuando se dijeron adiós. Ella había
pasado a la madurez de forma extraordinaria. Cuando se cruzaron
aquella tarde ni siquiera la había reconocido hasta que ella le
detuvo y le dijo quién era.
Aquella joven alta, de melena ondulada hasta la cintura, que
vestía unas mayas ajustadas y una camiseta de manga corta con el
nombre de algún grupo de música que él desconocía era la misma
niña con la que había jugado tantos veranos atrás en el pequeño
pueblo hasta que su familia decidió mudarse. Ella le sonreía sin
parar y le miraba a los ojos a través de los cristales de sus gafas
de pasta.
- ¿Quieres quedar esta tarde? Te invito a mi casa y tomamos
algo.
Después de darme su dirección se alejo de mi con una sonrisa en
los labios. A la hora acordada él se encontraba ante la puerta del
nº 32 de una de las calles más transitadas de la ciudad. Guardó el
papel de la dirección en el bolsillo y llamó al timbre. Ella abrió
la puerta y le invitó a pasar. Tomaron café en el salón y se
rieron recordando viejos tiempos y mirando fotografías de cuando
eran pequeños. Trasteando los diversos álbumes que había sacado
una foto que estaba un poco suelta se desprendió por completo con la
mala suerte de que se coló por debajo del mueble de la televisión.
- Lo siento – dijo él.
- No te preocupes, ahora la recupero.
Y colocándose de espaldas a él se arrodilló y metió los dedos
bajo el mueble intentando recuperar la fotografía. Para él eso
había pasado ahora a un segundo plano.
Verla en esa postura le estaba acelerando el corazón. No se le
había ocurrido pensar en ella de esa manera pero el tenerla ahí
delante, con la espalda arqueada, su trasero levantado y llevando
puestas esas mallas tan apretadas que marcaban todo era algo que su
cuerpo no podía soportar sin verse alterado.
Sin llegar a ser consciente de que quizás lo que iba a hacer
podía no salirle bien se levantó de la silla y acercándose hasta
ella le agarró del trasero a la vez que con el pulgar recorría su
sexo marcado a través de la tela. Ella soltó un grito de sorpresa
ante ese primer contacto inesperado. Rápidamente intentó darse la
vuelta y alejarse pero él, al percibir el comienzo de ese esquivo
movimiento la sujetó con fuerza por la cadera. Ella se incorporó
levemente hasta que su espalda topó contra su pecho. Él la agarró
suave pero firmemente por el cuello y comenzó a morderle el lóbulo
de la oreja. Ella, todavía reticente, se empezó a ablandar con cada
beso y cada mordisco en su cuello. Él alargó sus manos y agarró
sus pechos apretándolos con fuerza. Le quitó la camiseta y
desabrochó el sujetador arrojándolo lejos. Vuelve a agarrar sus
pechos pellizcando a la vez sus pezones entre sus dedos.
Ella gime cada vez que los aprieta. Puede notar su miembro duro y
erecto presionando contra la parte baja de su espalda lo que hace que
vuelva a ponerse nerviosa y aterrada.
Él suelta sus pechos para sujetarla por la nuca y empujarla hacia
el suelo quedándose a cuatro patas.
Él cuela sus dedos por la
cintura de las mallas y se las quita de un tirón dejando su sexo al
descubierto.
- Vaya, ¿no llevas ropa interior? - dice soltando una risa al
final de la frase.
Baja su cabeza hasta que la boca se sitúa a la altura de su sexo.
Se mantiene ahí, sin hacer nada, durante unos segundos viendo cómo
tiembla y como su sexo, hinchado y húmedo, anhela ser estimulado.
Ella gime y aprieta los puños al notar su lengua recorrerla
ávidamente. Él agarra con fuerza su trasero a la vez que hunde la
lengua en su carnosos sexo hasta que su orgasmo se derrama y cae
entre sus piernas formando un pequeño charco en el suelo. Ella nota
que él ya no está detrás suyo y se gira para verlo sentado en el
sofá con la espalda apoyada en el respaldo y su mano agarrando su
miembro liberado de su pantalón.
Sin dejar de acariciarse le hace una seña par que se acerque.
Ella, temblando, obedece y se aproxima hacia él con lentitud. Él
sonríe y la sujeta por el pelo, la sitúa entre sus piernas y le
coloca el miembro delante de sus labios. Ella aprieta los labios he
intenta girar la cabeza. Él la agarra bruscamente por la barbilla y
le tapa la nariz hasta que consigue que abra la boca. En ese momento
adelanta su cuerpo y le introduce el sexo en la boca manteniéndole
la cabeza sujeta para que no la pueda mover. Cuando a ella le
sobreviene una arcada la suelta para que tome aire y vuelve a hacerle
lo mismo una y otra vez.
Le hunde su miembro hasta tocar el fondo de
su garganta. Las la´grimas ruedan por sus coloradas mejillas.
- Vamos, sube – le dice dando unas palmadas en el sofá.
Ella se incorpora y sube al sofá. Se sienta sobre él mirando a
la pared. Él la sujeta por la nuca y le introduce la lengua en la
boca a la vez que le roza el sexo con su miembro.
- Baja tus caderas.
Ella hace lo que le pide y desciendo su cuerpo hasta notar como va
entrando en su cuerpo. No puede evitar gemir cuando su miembro entra
por completo en su cuerpo. Él pellizca sus pezones y tirando de
ellos, le pregunta.
- ¿Quieres que empiece a moverme?
Ella se muerde el labio pero comienza a mover su cuerpo. Él ríe
y muerde sus pechos mientras ella mueve su caderas lo más rápido
que puede. Al final parece que no le molesta tanto la situación en
la que se encuentra. Sus cuerpos, perlados de sudor se rozan el uno
con el otro. Gemidos, mordiscos, arañazos, pellizcos... ambos se
pierden en una vorágine de placer y deseo que les impide pensar con
claridad.
Cuando ella nota como su miembro palpita dentro de ella mueve sus
caderas más deprisa y gime en su oído, algo que él es incapaz de
de soportar por mucho más tiempo y acaba por expulsar su orgasmo que
se desliza entre sus piernas mojando su abdomen y piernas.
Él la echa a un lado sobre el sofá. Se viste y recoge sus cosas
con rapidez. La mira por última vez y, sin decir nada, sale por la
puerta. Ella permanece unos minutos ahí sentada, desnuda y sin saber
que pensar. Finalmente decide darse una ducha y se dirige al cuarto
de baño con las piernas aún temblorosas y la mente en blanco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario