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lunes, 13 de junio de 2016

Encuentros del pasado.

“Cómo ha cambiado desde la última vez que te vi”. Esas eran las primeras palabras que le dijo después de tantos años.

Apenas eran unos niños cuando se dijeron adiós. Ella había pasado a la madurez de forma extraordinaria. Cuando se cruzaron aquella tarde ni siquiera la había reconocido hasta que ella le detuvo y le dijo quién era.

Aquella joven alta, de melena ondulada hasta la cintura, que vestía unas mayas ajustadas y una camiseta de manga corta con el nombre de algún grupo de música que él desconocía era la misma niña con la que había jugado tantos veranos atrás en el pequeño pueblo hasta que su familia decidió mudarse. Ella le sonreía sin parar y le miraba a los ojos a través de los cristales de sus gafas de pasta.

- ¿Quieres quedar esta tarde? Te invito a mi casa y tomamos algo.

Después de darme su dirección se alejo de mi con una sonrisa en los labios. A la hora acordada él se encontraba ante la puerta del nº 32 de una de las calles más transitadas de la ciudad. Guardó el papel de la dirección en el bolsillo y llamó al timbre. Ella abrió la puerta y le invitó a pasar. Tomaron café en el salón y se rieron recordando viejos tiempos y mirando fotografías de cuando eran pequeños. Trasteando los diversos álbumes que había sacado una foto que estaba un poco suelta se desprendió por completo con la mala suerte de que se coló por debajo del mueble de la televisión.

- Lo siento – dijo él.
- No te preocupes, ahora la recupero.

Y colocándose de espaldas a él se arrodilló y metió los dedos bajo el mueble intentando recuperar la fotografía. Para él eso había pasado ahora a un segundo plano.

Verla en esa postura le estaba acelerando el corazón. No se le había ocurrido pensar en ella de esa manera pero el tenerla ahí delante, con la espalda arqueada, su trasero levantado y llevando puestas esas mallas tan apretadas que marcaban todo era algo que su cuerpo no podía soportar sin verse alterado.

Sin llegar a ser consciente de que quizás lo que iba a hacer podía no salirle bien se levantó de la silla y acercándose hasta ella le agarró del trasero a la vez que con el pulgar recorría su sexo marcado a través de la tela. Ella soltó un grito de sorpresa ante ese primer contacto inesperado. Rápidamente intentó darse la vuelta y alejarse pero él, al percibir el comienzo de ese esquivo movimiento la sujetó con fuerza por la cadera. Ella se incorporó levemente hasta que su espalda topó contra su pecho. Él la agarró suave pero firmemente por el cuello y comenzó a morderle el lóbulo de la oreja. Ella, todavía reticente, se empezó a ablandar con cada beso y cada mordisco en su cuello. Él alargó sus manos y agarró sus pechos apretándolos con fuerza. Le quitó la camiseta y desabrochó el sujetador arrojándolo lejos. Vuelve a agarrar sus pechos pellizcando a la vez sus pezones entre sus dedos.

Ella gime cada vez que los aprieta. Puede notar su miembro duro y erecto presionando contra la parte baja de su espalda lo que hace que vuelva a ponerse nerviosa y aterrada.

Él suelta sus pechos para sujetarla por la nuca y empujarla hacia el suelo quedándose a cuatro patas.

Él cuela sus dedos por la cintura de las mallas y se las quita de un tirón dejando su sexo al descubierto.

- Vaya, ¿no llevas ropa interior? - dice soltando una risa al final de la frase.

Baja su cabeza hasta que la boca se sitúa a la altura de su sexo. Se mantiene ahí, sin hacer nada, durante unos segundos viendo cómo tiembla y como su sexo, hinchado y húmedo, anhela ser estimulado.

Ella gime y aprieta los puños al notar su lengua recorrerla ávidamente. Él agarra con fuerza su trasero a la vez que hunde la lengua en su carnosos sexo hasta que su orgasmo se derrama y cae entre sus piernas formando un pequeño charco en el suelo. Ella nota que él ya no está detrás suyo y se gira para verlo sentado en el sofá con la espalda apoyada en el respaldo y su mano agarrando su miembro liberado de su pantalón.

Sin dejar de acariciarse le hace una seña par que se acerque. Ella, temblando, obedece y se aproxima hacia él con lentitud. Él sonríe y la sujeta por el pelo, la sitúa entre sus piernas y le coloca el miembro delante de sus labios. Ella aprieta los labios he intenta girar la cabeza. Él la agarra bruscamente por la barbilla y le tapa la nariz hasta que consigue que abra la boca. En ese momento adelanta su cuerpo y le introduce el sexo en la boca manteniéndole la cabeza sujeta para que no la pueda mover. Cuando a ella le sobreviene una arcada la suelta para que tome aire y vuelve a hacerle lo mismo una y otra vez.

Le hunde su miembro hasta tocar el fondo de su garganta. Las la´grimas ruedan por sus coloradas mejillas.

- Vamos, sube – le dice dando unas palmadas en el sofá.

Ella se incorpora y sube al sofá. Se sienta sobre él mirando a la pared. Él la sujeta por la nuca y le introduce la lengua en la boca a la vez que le roza el sexo con su miembro.

- Baja tus caderas.

Ella hace lo que le pide y desciendo su cuerpo hasta notar como va entrando en su cuerpo. No puede evitar gemir cuando su miembro entra por completo en su cuerpo. Él pellizca sus pezones y tirando de ellos, le pregunta.

- ¿Quieres que empiece a moverme?

Ella se muerde el labio pero comienza a mover su cuerpo. Él ríe y muerde sus pechos mientras ella mueve su caderas lo más rápido que puede. Al final parece que no le molesta tanto la situación en la que se encuentra. Sus cuerpos, perlados de sudor se rozan el uno con el otro. Gemidos, mordiscos, arañazos, pellizcos... ambos se pierden en una vorágine de placer y deseo que les impide pensar con claridad.

Cuando ella nota como su miembro palpita dentro de ella mueve sus caderas más deprisa y gime en su oído, algo que él es incapaz de de soportar por mucho más tiempo y acaba por expulsar su orgasmo que se desliza entre sus piernas mojando su abdomen y piernas.

Él la echa a un lado sobre el sofá. Se viste y recoge sus cosas con rapidez. La mira por última vez y, sin decir nada, sale por la puerta. Ella permanece unos minutos ahí sentada, desnuda y sin saber que pensar. Finalmente decide darse una ducha y se dirige al cuarto de baño con las piernas aún temblorosas y la mente en blanco.




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