¿Ves esa silla que hay delante de la cama, justo en el centro de la habitación? Bien, porque ahí vas a estar hasta que yo lo diga. Con esta cuerda que llevo en las manos voy a atarte las muñecas a la espalda. Siéntate ella silla. Quieto, muy quieto. Me voy a acercar a ti muy lentamente. Mi cuerpo desnudo resplandece en la tenue luz de la habitación, mis tacones repiquetean contra el suelo, mi melena ondula sobre mi espalda.
Me paro frente a ti. Me inclino hasta tener mis labios a pocos centímetros de los tuyos. Tu respiración sobre mi boca, mis pezones rozando tu pecho. Introduzco dos de mis dedos en tu boca. Vamos chúpalos. Así, muy bien... Ahora me voy hacia la cama. Ni se te ocurra apartar tus ojos de mí.
Me siento en el borde, justo enfrente de ti y abro mis piernas. Quiero que me veas bien. Valíendome de los dedos que te has llevado a la boca comienzo a rozar mi clítoris. Aumento poco a poco la velocidad. Después los introduzco en mi sexo, hasta el fondo. Me muerdo el labio inferior, gimo, las piernas me tiemblan. Se siente tan bien...
Clavas tus ojos en mi. Te relames. Te mueres por ser tu quien me toque, por sentir el calor de mi interior. Se me escapa una sonrisa. Dejo de tocarme y me levanto. Me voy acercando a ti. Todo en silencio. Sólo mis tacones contra el suelo. Clac, clac, clac.
Otra vez delante de ti. Me devoras con los ojos, me suplicas con la mirada. Tu boca entreabierta me sugiere que quieres probarme, tu miembro duro y erecto me lo confirma.
Meto en tu boca los dedos con los que me he masturbado. Lámelos, saboréame.
- Es
tan delicioso... - dices en apenas un susurro.
- -¿Quieres
más? - te pregunto con una sonrisa lasciva.
- Si,
señora...
Giro sobre mi misma, mi melena vuela y cae sobre mi pecho. Pongo una de mis manos en tu nuca y sujetándote por el pelo te obligo a que te agaches.
Adoro verte arrodillado ante mi.
Me siento en el borde de la cama y abro las piernas igual que hace un momento. Comienzo a tocarme pero con la diferencia de que esta vez tu cara está entre mis piernas, a pocos centímetros de mi sexo. Esto te excita sobremanera. Puedo notar tu respiración agitada contra mi mano. La lames y me miras suplicante. Bueno, está bien. Te agarro de la nuca y te empujo hacia mi. Tu lengua escapa de tus labios para rozar mi clítoris. Lames todo mi sexo lentamente para acabar introduciendo toda tu lengua en el. Te aprieto contra mí y te sujeto del pelo para que no puedas alejarte sin mi consentimiento. Mis tacones se clavan en tus hombros. Echo la espalda hacia atrás y me dejo llevar por el placer que me proporciona tu lengua. Estoy tan caliente que voy a explotar.
Con un movimiento rápido me incorporo y te aparto de mi. Tu boca, barbilla y cuello están empapados. Me miras y te relames. Me levanto y te desato las manos. Te ordeno que te metas en la cama y te tumbes boca arriba. Del cajón de la mesilla saco un trozo de tela con el que te vendo los ojos. Que imagen tan deliciosa. Tú, tumbado y desnudo en la cama, con los ojos vendados y el pene duro y erecto esperándome con impaciencia. Subo a la cama y me acerco a ti caminando a cuatro patas. Mis pezones rozando contra las sábanas. ¡Que lástima que no me veas! Te aseguro que es una imagen terriblemente excitante. Me acerco a tu miembro con sigilo. No quiero que sepas que voy a hacer hasta que sea inevitable.
Saco mi lengua de la boca y la llevo hasta tu miembro. Recorro de la base hasta la punta de un solo lametazo. Lento, con calma. Te es imposible no soltar un gemido. Inconscientemente alzas tus caderas rogando, pidiendo más. Pero mi boca está ahora en tu cuello, dándote pequeños mordiscos. Tus labios se entreabren y mi lengua se cuela en ellos, llenando tu boca y ahogando tus gemidos. Estaría besándote todo el día pero solo con ver lo duro que está tu sexo me humedezco. Necesito llevármelo a la boca. Tengo hambre de ti. La recorro con mi lengua para dejarla bien húmeda. Atrapo la punta entre mis labios y me la trago poco a poco hasta notar como golpea contra mi garganta.
De tu boca escapa un grito de placer cuando tu miembro desaparece por completo en mi boca. Vuelvo a recorrerla con mi lengua hasta dejarla bien húmeda. Está tan deliciosa que no puedo parar de saborearte. Dejándote llevar por la pasión colocas tus manos sobre mi cabeza y, agarrándome del pelo, majas mi cabeza hasta la base de tu miembro. Te encanta sentir que te devoro por completo.
Muy mal. Has actuado por tu cuenta. Sin mi permiso. Me libero de tus manos me incorporo y golpeo tu duro y brillante miembro varias veces con la palma de mi mano. Te provoca esa extraña y ardiente mezcla de dolor y placer que te encanta pero aprietas los labios y reprimes el gemido que estaba a punto de escapar de tu boca. Eres consciente de que te has portado mal. Que me has desobedecido.
Me coloco encima de ti y avanzo hasta tu cara con mis pezones erectos rozando tu pecho. Abro bien mis piernas y bajo mis caderas para que mi sexo roce con el tuyo, para que notes el calor y la humedad que sale de el. Me acerco para besarte y, cuando levantas la cabeza para recibirlo te abofeteo.
- Te
has portado mal. Has actuado sin mi permiso. ¿Acaso no puedes
controlarte? - te digo al oído.
- ¿Vas
a volver a hacerlo o te vas a portar bien? - te abofeteo otra vez.
- No
señora... no volverá a ocurrir... - contesta con la voz
entrecortada por la excitación.
- Muy
bien... saca la lengua. Bien, así...
Separo mis piernas e introduzco tu miembro en mi interior. Rápido. Con un golpe seco. Estoy tan húmeda que entra perfectamente. Sin ningún obstáculo. Que sensación tan placentera. Al principio mis movimientos son lentos, tranquilos. Mis caderas marcan el ritmo mientras mis manos acarician tu pecho. Echo mi cuerpo hacia delante. Te sujeto del cuello y muerdo tu oreja. Empiezo a moverme más deprisa. De manera salvaje. Tu boca se abre. Gritas. Gimo contra tu oído. Tus manos agarran mi culo. Elevas tus caderas y cuando tu miembro desaparece por completo en mí, derramas todo tu orgasmo. Llenándome. Grito y sacándola de mi sexo vuelvo a correrme sobre ti, sobre tu abdomen.
Te quito la venda de los ojos. Parpadeas y me miras. El juego a terminado. Mi poder sobre ti se a esfumando. Pero presiento que, no muy tarde, volverás a pedirme un velada como esta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario