Las
clases siempre le resultaron muy aburridas. Horas y horas de charlas
insulsas sobre cosas que posiblemente no fueran útiles en la vida
diaria. La verdad es que no era una buena estudiante.
Estudiaba
lo justo para aprobar y lo olvidaba una vez terminado el examen. Para
colmo, iba a un instituto privado en el que le obligaban a llevar el
típico uniforme de camisa blanca con el escudo del centro bordado,
minifalda roja de cuadros escoceses y calcetines rojos hasta un poco
por encima de la rodilla; cosa que ella odiaba.
Aquel
día en la hora de matemáticas el profesor no se presentó. En su
lugar apareció el director del colegio. Les comentó que el profesor
anterior se había visto obligado a abandonar el empleo y les
presentó a su sustituto. Un hombre de unos 39 años, delgado, alto,
de brazos firmes, mirada potente, cabello rubio y muy guapo. A la
mayoría de las chicas les pareció demasiado mayor para ellas por lo
que perdieron el entusiasmo que les había generado la idea de un
profesor joven y deseable. Pero no ha ella. Era mayor sí, pero podía
apreciar sus atributos, su elegancia, su masculinidad...
Algo
se revolvió en su interior cuando sus ojos se clavaron en ella
durante un segundo.
Una
vez hechas las presentaciones, el director se marchó y el nuevo
profesor pudo comenzar con la lección. Cuando el timbre sonó,
marcando el fin de las clases para ese día, todos los alumnos
recogieron apresuradamente sus cosas deseosos de llegar cuanto antes
a sus casas.
Ella
fue la última en recoger sus cosas y cuando estaba a punto de cruzar
el umbral de la puerta , el profesor la agarró por el hombro
invitándola a que se detuviera.
- Espera
por favor, me gustaría hablar de un par de cosas contigo.
Ella,
fastidiada ante la perspectiva de tener que quedarse más tiempo en
aquel lugar se dio media vuelta y se apoyó contra la pizarra
esperando las explicaciones. Él cerró la puerta y se refirmó en el
pupitre que estaba delante de ella cruzándose de brazos.
- ¿Me
puedes decir a que ha venido esa actitud tan despreocupada y
maleducada de antes? Has estado todo el rato mirando por la ventana,
mal sentada y mascando ostentosamente chicle sin hacer caso ni por
un momento a mis explicaciones.
- Me
aburría. Nada más. - replicó insolente.
- Así
que te aburren mis lecciones. Muy bien, veamos a ver si esto también
te aburre.
Antes
de que ella pudiera objetar nada el profesor la sujetó por el brazo
y con gran maestría la tumbó boca abajo sobre el pupitre en el que
hasta hace un momento había estado apoyado.
Sin
dejar de sujetarla le quitó las bragas y se las metió en la boca
para ahogar sus gritos. Después le levantó la minifalda y acarició
con la palma de su mano la suave y turgente piel de su trasero.
El
primer azote fue duro, imprevisto, doloroso. Ella se agarró a la
mesa y soltó un grito que quedó amortiguado por la tela que llevaba
en la boca. Él repitió lo mismo una y otra vez hasta que el trasero
le quedó rojo y dolorido. Rodeó la mesa y se colocó delante de
ella. Bajó la cabeza para poder mirarla a la cara. Temía los ojos
llorosos y, por las comisuras de sus labios, se escurría un fino
hilo de saliva. Se desabrochó los pantalones y liberó su miembro.
Le sacó las bragas empapadas de la boca y las tiró al suelo.
Ante
esa acción la chica bajó la cabeza y apoyó la frente contra la
mesa aunque por poco tiempo ya que la agarró del pelo para obligarla
a levantarla. Vio como el miembro se acercaba a su boca y no puedo
hacer otra cosa más que abrir la boca para recibirlo en su interior
cuando notó que rozaba sus labios. El pene entró en su boca tan
fuerte y profundo que le llegó hasta la garganta provocándole una
arcada. Él la sacó y tras dejarle respirar un par de segundos
volvió a metérsela aunque esta vez no tan fuerte. La dejó hacer.
Ella la recorrió por completo con su lengua, de arriba a abajo,
cubriéndola de saliva.
De
vez en cuando él perdía el control y la agarraba del pelo para
embestirle con fuerza y poder llegarle hasta el fondo de la garganta
a lo que ella respondía con arcadas y lágrimas en los ojos.
Esas
lágrimas ruedan por sus mejillas y resbalan por su barbilla mojando
la mesa. Él se separa de ella y le saca finalmente el miembro de la
boca. Ella respira entrecortadamente intentando recobrar el aliento.
Recogió las bragas del suelo y volvió a introducírselas en la
boca. Después, dio la vuelta a la mesa y se colocó detrás de ella.
Se tomó un momento para observarla detenidamente.
Ahí
estaba, con medio cuerpo sobre la mesa, con su pelo cayendo por su
cara ocultándole el rostro. Su culo, totalmente a la vista estaba
colorado por los azotes. Que excitante le resultaba aquella niña
insolente y maleducada expuesta de esa forma.
Se
acercó a ella hasta que sus pierna rozaron con las de ella. Ante ese
contacto la joven intentó apartarse pero él enseguida la agarró
por la cintura y la obligó a quedarse quieta.
Deslizó
las manos por su trasero con calma. Valiéndose de los pulgares abrió
su sexo y lo contemplo. A pesar de su reticencia estaba húmedo y
caliente. Aproximó la punta del pene hasta el, lo rozó mojando su
glande. Tenía el pene bastante grande y quería disfrutar al máximo
el momento por lo que lo introdujo en su interior lentamente.
Ella
gritó cuando el pene del profesor la llenó por completo haciéndole
daño. Aunque, por mucho que gritara no le serviría de nada, pues la
ropa interior que llevaba en la boca ahogada cualquier sonido que
pudiera salir de ella. Por muchas veces que había intentado
rechazarle no le sirvió de nada. Parecía que su interior no era
capaz de albergarlo por completo. Podía sentir lo estrecho y
ajustado que era y eso le enloquecía. La agarró de las caderas y
empezó a embestirla brutalmente. El silencio dio paso al entrechocar
sus cuerpos y gemidos ahogados. Volvió a darle varios azotes
mientras la poseía a la vez que ella se agarraba con fuerza al canto
de la mesa. Finalmente su sexo se había acomodado al tamaño de su
miembro pero todavía seguía bastante apretado.
Tremendamente
excitado, el profesor eyaculó en su interior a la vez que clavaba
los dedos en la suave piel de su cintura. Mantuvo el miembro unos
segundos más en su interior y después la sacó. Su orgasmo se
escurrió por los muslos de ella para su mayor satisfacción. Una
imagen deliciosa.
Él
se subió los pantalones y colocándose delante de ella le sacó las
bragas húmedas de la boca.
-
Espero que este castigo te haya servido para aprender la lección.
Espero que mañana te portes bien o tendré que volver a tomar
medidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario