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viernes, 17 de julio de 2015

¿Qué estás dibujando?

Eve era la chica más vergonzosa del instituto. Casi nunca hablaba y apenas se relacionaba con la gente de su alrededor. Era tan tímida que incluso rehusaba contestar las preguntas del profesor. A sus diecisiete años ni siquiera había cruzado más de veinte palabras con un chico.

A la hora del recreo siempre se sentaba en el mismo lugar, la esquina más alejada del patio. Allí se acurrucaba sobre la gris acera y se ponía a dibujar en el cuaderno de notas que siempre llevaba en su mochila.


Un día, tan ensimismada estaba trazando su nuevo dibujo que no se percató de que tres chicos la habían rodeado hasta que no oyó sus voces.

- Hola Eve ¿qué estás dibujando? - le preguntó uno de ellos.

- No... no es nada de vuestra incumbencia. - les replicó con voz dubitativa apretando el cuaderno contra su pecho. 

- Oh venga ¡enséñanoslo! - le arrancó el cuaderno de entre las manos de un fuerte tirón. - Vaya, mirad chicos ¿qué os parece? una pareja besándose.

Se pasaron el cuaderno unos a otros para finalmente tirarlo al suelo. 

- ¿Qué os parece si le enseñamos lo que es un beso de verdad? - propuso el único de ellos que no había hablando todavía. 

A Eve le asustaron mucho aquellas palabras. A primera vista habría dicho que todos tenían una apariencia de lo mas afable. El primero que había hablado era rubio, de pelo corto y liso, con unos preciosos ojos azules y tez blanca como la porcelana. El segundo tenía las facciones más marcadas y agresivas. Varios mechones de su cabello, castaño y liso, le caían por la frente ocultando parcialmente la belleza de sus ojos verdes. El último de ellos llevaba una barba pulcramente recortada y una melena que le caía en cascada por la espalda. Sus ojos, tan oscuros como su pelo, le conferían un aire misterioso y salvaje.

A pesar de todas sus diferencias los tres eran muy guapos. Pero aquella actitud le daba miedo. Sabía que estaba lejos de todas las personas que había en el patio. Que, aunque intentara gritar, nadie la escucharía ni le haría caso.

Empezó a respirar de manera agitada cuando uno de ellos lo agarró del brazo y la levantó. Dejando todas sus cosas en el suelo la llevó hasta la valla que delimita el recinto hasta dar con un banco que había seguido de otros dos. No existía riesgo alguno de que los vieran ya que la verja estaba recubierta de un seto muy frondoso.

Los tres jóvenes la rodearon. El que estaba en frente de ella adelantó su mano y le acarició la mejilla. Le recorrió los labios y al mirarla a los ojos puedo ver lo aterrada que estaba. Mucho mejor. Le gustaban más así. La sujetó por la nuca y la besó. Ella permaneció con la boca cerrada y los labios fruncidos totalmente reacia a recibir ese beso.  Ante aquella negativa el joven la agarró por la barbilla y la obligó a que abriera la boca. Le introdujo la lengua en ella y la recorrió por completo. Después, le puso las manos en los hombros y, haciendo algo de fuerza, la obligó a sentarse. 

Comenzaba a comprender lo que iba a sucederle a continuación y la idea la aterraba. Intentara lo que intentara para escapar de aquella situación sería inútil. 

Ante sus ojos, el joven se dispuso a desabrocharse los botones del pantalón y a bajarse la bragueta. Sacó su miembro hinchado y erecto de los pantalones y la recorrió un par de veces con las manos. Se mordió el labio y acarició la mejilla de la asustada joven que, al notar el roce de sus dedos, levantó la cabeza y le miró con aquellos ojos llenos de miedo y derrota. Le pasó la mano por el cuello y la agarró de la nuca. Se acercó un par de pasos más hacia ella  hasta que su miembro estuvo a un par de centímetros de sus boca. Movió sus caderas hacia delante eliminando así la pequeña distancia que los separaba y le recorrió los labios con el glande. Ella no se atrevió a separar los labios.

- Abre la boca...

Ella negó con la cabeza sin poder pronunciar una palabra. Sus ojos vidriosos a punto de derramar lágrimas.

- Te he dicho que abras la boca. - le volvió a ordenar esta vez de forma más ruda y agarrándola a su ve con fuerza de la barbilla. 

Atemorizada, cerró los ojos y abrió la boca. Todo su cuerpo temblaba mientras esa parte de él se abría paso entre sus labios. Cuando notó aquel miembro duro abrirse camino hacia su garganta y rozando su lengua, no puedo contenerse más y se echó a llorar. Puedo oír sus risas cuando vieron las lágrimas rodar por sus mejillas.  Su miembro siguió el camino implacablemente y cuando chocó contra el fondo de su garganta le sobrevino una arcada que le obligó a sacarla de su boca y empezar a toser. Risas otra vez. Respiró profundamente, tomó aire y volvió a tragársela. Esta vez la metía y sacaba con menor profundidad pero con mayor velocidad con el fin de que se acostumbrara. 

Los otros dos, no ajenos al espectáculo liberaron sus abultados miembros de los pantalones a la espera de poder participar. Al ver el gesto de sus compañeros la liberó y, dejándole unos segundos para respirar, la sujetó por el pelo y la guió hasta el joven de cabello castaño situado a su derecha. Éste tenía el miembro más pequeño por l oque le resultó algo más cómodo. Su lengua recorría aquel miembro duro de manera torpe pero efectiva. desde la base hasta la punta. 

Volvió a sentir como le tiraban del pelo hacia atrás para llevarla frente al último joven. Cuando vio aquel miembro quiso gritar. era mucho más grande que los anteriores. Instintivamente quiso echarle hacia atrás pero el joven rubio todavía la sujetaba por el pelo y se lo impidió. Ella, sabiéndose derrotada separó los labios y le dejo hacer. Aquel miembro entró en su boca con decisión y fuerza. Apenas era capa de respirar. No podía abrir la boca todo lo necesario para albergarlo cómodamente. Sentía como le rozaba la campanilla en cada empujón y cada vez que la sujetaba por la cabeza y la hundía profundamente en la garganta manteniéndolo ahí durante unos segundos a que se le antojaban eternos, ella le miraba con sus ojos llorosos suplicante. Él la aguantaba ahí hasta que a ella le venía una arcada, momento en el que la sacaba de su boca y le dejaba respirar unos pocos segundos para luego volver a repetir el proceso.

Mientras esto sucedía, los demás no les quitaban los ojos de encima y se acariciaban los duros miembros. El joven rubio, que al parecer era el que mandaba, se sentó en el banco y le hizo señas al otro chico para que parara y le trajera a la chica. le sacó el miembro de la boca y la agarro por el pelo hasta colocarla frente al joven rubio. éste alzó sus manos hacia ella invitándola a sentarse sobre él pero ella, asustada, comenzó a forcejear en un cano intento por huir ya que los otros dos la tenían firmemente sujeta por los brazos. 

La obligaron a acortar la distancia hasta que sus piernas casi chocaron contra la madera del banco. ´El las acarició y la obligó a separarlas mientras las otras dos . Le metieron la mano por debajo e la falda y le rompieron las bragas. se deshicieron de ellas arrojándolas al suelo un os cuantos metros más allá. Ella gritó terriblemente avergonzada e intento cerra las piernas pero él se lo impidió.

- Sube encima de mí - le ordenó a la vez que se acariciaba lascivamente el miembro. 

Horrorizada negó con la cabeza e inclinó su cuerpo hacia atrás a l oque ellos reaccionaron subiéndola al banco por la fuerza.  Ambos la sujetaron impidiendo que se moviera.  A un gesto del joven rubio la soltaron y él la agarró por la cintura. Sus dedos dejando marcas en su piel. 

- No... por favor... no.... - balbuceaba, la voz rota por las lágrimas.

Él, molesto por esas estúpidas súplicas la abofeteó y la sujetó por la barbilla.

- Escúchame niña estúpida. No vas a hablar, no vas a gritar. Haremos lo que queramos contigo y no nos lo vas a impedir. Entérate de una vez. Eres nuestra y vamos a pasárnoslo bien.

Ella siguió llorando en silencio. La sujetó por la cintura y la obligó a bajar sus caderas hasta que sus sexos se encontraron. Un pequeño roce bastó para que intentara zafarse de aquellas manos que la oprimían y manejaban. Cansado de lidiar con tan inútil forcejeo situó el miembro a la entrada de su sexo y la hizo descender. Cuando noto como entraba en ella todo el miedo que llevaba en su interior se magnificó y se hizo tan intenso que apenas podía respirar. sus piernas temblaban, sus lágrimas empapaban su cara, su corazón latía tan rápido que le dolía el pecho.

Su cuerpo inexperto apenas era capaz de alojarlo en su interior. Podía notar como rozaba contra ella, cómo aquel dolor que ella sentía parecía traducirse en placer para aquel chico.

- ¿Qué te parece si dejamos que mis amigos también participen? - Insinuó con una leve risita. 

Sin darle tiempo a asimilar lo que aquellas palabras significaban en aquella situación, el joven se tumbó en el banco arrastrándola con él. El chico moreno se colocó delante de ella y, agarrándole del pelo, le lleno la boca con su miembro tan profundamente que casi no podía respirar. Notó que alguien le acariciaba el culo y se tensó todavía más. El joven de pelo largo estaba separándole las nalgas y comenzaba a introducirle un dedo y luego otro y otro.

No por favor eso no, pensó. Gritó pero tenía la boca ocupada, intentó moverse pero la tenía bien sujeta. El miembro se abrió camino a través de su cuerpo con un fuerte empujón. Era tan grande que el dolor que le producía era insoportable.


Gritaba y gritaba pero de su boca no podía escapar gemido alguno. Los chicos reía y gemían, movían sus cuerpos al compás para mantener el ritmo. Se sentía demasiado llena. El miembro que tenía en la boca le llegaba hasta el fondo de su garganta produciéndole arcadas, el que tenía en su sexo entraba y salía de u interior con gran velocidad y maestría provocando que sus flujos le mojaran los muslos y el que albergaba en su ano era el que más sucia le hacía sentir. Entraba y salía con demasiada fuera. Era demasiado grande para ella y el dolor que sentía resultaba enloquecedor. 


El primero que logró alcanzar el orgasmo fue el chico moreno. Cerró los ojos y, manteniéndole bien sujeta la cabeza, hundió con todas sus fueras el miembro dentro de su boca y dejó que su semen resbalará por su garganta. El según do fue el del pelo largo que lo descargó en su interior y mantuvo su miembro unos segundos más antes de retirarse. Y, por último, el joven rubio que no dejó de reírse con aquella mueca burlona mientras la llenaba con su semen. 


Cuando todos terminaron, arreglaron su ropas y sus cabellos para eliminar cualquier evidencia. Sonó la campana, era la hora de volver junto a los demás. Ella se quedo allí, llorando y temblando hasta que el patio quedó desierto y perdió la noción del tiempo. Sin poder apenas a pensar en lo oque hacía, recogió sus cosas del suelo y se marchó de allí, con el pelo alborotado y sus muslos empapados. Había conseguido dejar de lado el temblor y había controlado sus lágrimas. Mañana volvería, como siempre, a sentarse en aquel lugar y los esperaría, día tras días, pues sabía que, en algún momento, volverían. 









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