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jueves, 28 de enero de 2016

Conversaciones

Una conversación puede ser la causa de todo. Puede ser la culpable de que dos personas acaben besándose apasionadamente. La culpable de que dos personas que jamás habrían llegado a nada sean incapaces de librarse de la excitación que les consume sin haberse ni siquiera tocado.

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Ambos están sentados el uno junto al otro rozándose levemente. Sienten el calor que desprenden sus cuerpos como si de una corriente eléctrica se tratara. Se pierden uno en la mirada del otro. Acaban de tener una conversación de lo más estimulante. Sus sentidos se han despertado.


Ahora ambos permanecen callados. Ninguno tiene palabras que decir y no se atreven a dar el primer paso. El corazón les late tan deprisa que pueden notar su sangre martilleando en sus oídos. Inconscientemente ambos se han ido acercando el uno al otro imperceptiblemente.


Al final ella hace acopio de valor y elimina el poco espacio que les separa y, fundiendo sus labios con los de él en un rápido y fugaz beso, se separa a los pocos segundos. Su corazón late violentamente con el temor de haber hecho mal. Ahora no se atreve ni siquiera a mirarle a los ojos.


Él extiende su brazo y la sujeta por la barbilla obligándola a que levante la cara. Sus ojos brillan como relucientes ascuas y, antes de que pueda reaccionar, él la está besando. Pero no un beso rápido y furtivo como el anterior sino uno fuerte y apasionado. El control que le dominaba se ha roto y, por una vez en su vida, es presa de sus emociones.


Le llena la boca con su lengua. Nota la presión de sus manos en los brazos. Al ver una reacción tan apasionada hace que ella se olvide de todos sus miedos y preocupaciones relacionadas con sus fantasías sexuales hacia él reprimidas durante tanto tiempo. Ella le coge una de sus manos y se la coloca en uno de sus pechos. Una invitación muda a hacer algo más que besarse. Él, involuntariamente, se pone rígido ante el contacto de su pecho. Ella, consciente de su reacción, no quita la mano de encima de la de él. La cierra y la abre obligándole a que haga el mismo movimiento con la suya. Ella gime en sus labios y aparta finalmente su mano para agarrarle de la nuca y enterrarla en su pelo. Ante esta reacción él sufre un escalofrío y le aprieta el pecho con más fuerza haciendo que grite. Ella le desanuda la corbata y la tira a un lado. Desabotona su chaleco para dejarle la camisa al descubierto. Acerca los labios a su cuello y abre la boca dejando que el aliento caliente su piel.


Con dedos hábiles desabrocha uno por uno los botones de su camisa sin dejar de besar su cuello. Una vez abierta acaricia su pecho y coloca sus manos en los hombros retirándole la camisa y desnudando así la parte superior de su cuerpo.


Ella recorre su torso con dedos temblorosos sin apartar los ojos de los suyos. Él acaricia sus labios y la suave piel de sus mejillas. Continua deslizando sus dedos por su cuello y su clavícula poduciéndole escalofríos. Le despoja de su camiseta y forcejea durante unos segundos con el cierre de sus sujetador hasta que por fin da con la manera de abrirlo. Se lo quita de un tirón. Los tirantes rozan la piel de sus hombros al deslizarse poniéndole la piel de gallina. Su pezones quedan al descubierto y se endurecen al instante al saberse expuestos. Él le agarra los pechos y siente como los erectos pezones presionan contra la palma de sus manos. Le pellizca suavemente el primero y con más fuerza después estirando de ellos hasta oír como ella gime de placer.


Sigue jugueteando con ellos durante un tiempo antes de agachar su cabeza y atraparlos entre sus labios. Los humedece recorriéndolos con la punta de su lengua para luego succionarlos con fuerza o morderlos de manera juguetona para volver a oír sus dulces gemidos.


Mientras él está ocupado con sus pezones ella es capaz de soltar los botones de su pantalón y meter la mano en ellos para alcanzar su miembro. Él gime contra su pecho cuando nota cómo su mano se cierra en torno a su sexo, liberándolo de los pantalones. Lo acaricia suavemente, regodeándose con su dureza y longitud. Mueve su mano de arriba a abajo haciendo que adquiera mayor rigidez. Aumenta progresivamente la velocidad hasta que él le obliga a parar. Pasa sus manos por la nuca de la chica y, sosteniéndola por el pelo, presiona su cabeza hacia abajo hasta notar que los labios tocan su sexo.


Ella saca la lengua y recorre su miembro desde la base hasta la punta. Lo humedece y prepara. Atrapa su grande entre los labios y lo succiona con avidez. Con ayuda de sus manos estimula el resto del pene. Cuando está lista, aparta sus manos y se introduce el miembro completamente en la boca. Lo chupa con avidez llevándolo hasta el final, rozándole la campanilla y golpeándole el fondo de la garganta. Sus ojos se vuelven llorosos y se le escapan varias lágrimas que ruedan por sus mejillas aunque eso no es algo que la detenga. Puede oír como él gime cada vez que se lo introduce por completo en la boca. Finalmente saca el miembro de de su boca y le mira con la respiración agitada y los ojos ligeramente enrojecidos.


Él, sin decir una palabra, le indica que se siente y que apoye la espalda en el repaldo del sofá. Se arrodilla entre sus piernas y le quita los pantalones y la ropa interior con rapidez. Sujetándola por los muslos le abre las piernas para dejar su sexo completamente al descubierto. Juguetea con el, recorriéndolo con uno de sus dedos. Roza y pellizca su clítoris aumentando así la humedad de su sexo. Apoya su mejilla contra su muslo para contemplar desde más cera cómo sus dedos desaparecen en su interior y reaparecen al momento completamente mojados. Sujetándola por las caderas sustituye sus dedos por su lengua. Lame su sexo de abajo a arriba varias veces muy lentamente, disfrutando de su sabor para finalmente detenerse en su clítoris. Hace círculos con la punta de su lengua y lo absorbe con fuerza cerrando los labios en torno a el a la vez que vuelve a penetrarla con su dedos. El place que le produce es tal que su orgasmo se precipita a través de sus muslos llenando su boca y mojando sus mejillas a la vez que ella entierra los dedos en su pelo y gime en voz muy alta. Él saca la cabeza de entre sus piernas y se pierde en sus ojos de pupilas dilatadas y en su rostro de labios hinchados y mejillas sonrosadas.


Su pecho se mueve con rapidez, todavía afectado por el orgasmo. Él se incorpora y se sienta en el sofá junto a ella. Besa sus carnosos labios y acaricia su sexo volviéndole a hacer sentir ese inequívoco cosquilleo en el vientre que anuncia la proximidad de un nuevo orgasmo. Ella se incorpora y se coloca sobre él. Besa sus labios y acaricia su cara. Le roza el miembro con su sexo al juguetear con el movimiento de sus caderas. Ella puede ver el fuego que arde en sus ojos, fuego alimentado por sus manos acariciando su pecho y sus labios mordiendo su hombro.


Sin más ganas de esperar, él la sostiene firmemente por las caderas y lo levanta, manteniéndola en esa posición para poder colocar el miembro en la entrada de sus sexo. Una vez que ya está lista, la hace descender muy lentamente para poder deleitarse y sentir perfectamente cada centímetro de él entrando en su interior hasta lo más profundo de su ser. Una vez que ha entrado por completo la mantiene quita sujeta por el cuello. Se regodea con la deliciosa sensación de calor y humedad que rodea su sexo.


Soltando sus caderas y agarrando nuevamente sus pechos le deja vía libre para actuar a su antojo. Ella coloca sus manos una a cada lado de su cabeza agarrándose con fuerza al respaldo del sofá. Una vez que separa las caderas de su cuerpo y, poco a poco, va aumentando la velocidad hasta que es incapaz de respirar si no es jadeando. Sus movimientos y la postura en la que está hacen que la penetración sea lo más profunda posible para la gran satisfacción de ambos. Él la agarra del cuello en un arranque de frenesí al alcanzar el clímax. Su orgasmo llena su interior entre gritos de satisfacción y espasmos incontrolables. Ella vuelve a alcanzar el orgasmo pocos segundos después quedando exhausta.

Hay conversaciones que no aportan nada y hay otras que pueden dártelo todo.


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