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jueves, 18 de febrero de 2016

La princesa y el capitán

Como cada primer día de la primavera el rey daba una fiesta en honor al cumpleaños de su amada esposa. Al caer la noche las puertas del palacio se abrían de par en par para acoger a los invitados. Todos los integrantes de la alta sociedad acudían a palacio para rendir respeto a sus reyes y disfrutar de la mayo fiesta de la temporada.

En el centro del gran salón los monarcas charlan animadamente con varios amigos mientras disfrutan del vino y la música. En el extremo más alejado de la sala la joven princesa sonríe angelicalmente ante los comentarios del hijo pequeño de uno de los nobles más influyentes de país.

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El capitán de la guardia privada del rey acaba de llegar a la sala del convite. Por petición expresa de su majestad hoy no lleva puesta la armadura. Está incómodo a pesar de sus lujosas ropas pues extraña el peso del metal sobre su cuerpo y la seguridad que le proporciona. Toma una copa de vino entre sus manos vacías y, llevándosela a los labios, recorre la sala con la mirada.

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La princesa, agobiada por tanta gente a su alrededor decide salir al balcón. Se despide cortésmente y esquivando a varias personas más que la saludan con la correspondiente reverencia inicia la marcha en dirección a la gran balconada que hay en uno de los extremos de la sala. Cuando por fin consigue llegar, atraviesa las pesadas cortinas y se apoya en el firme brazo de piedra. La luna llena ilumina los jardines reales y los tiñe con luz del blanco más puro que jamás haya visto. Respira hondo, llenando sus pulmones con el refrescante aire de la noche impregnando del delicioso aroma de flores frescas.

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El capitán cruza la mirada brevemente con la princesa antes de que ella desaparezca a través de las tupidas cortinas que dan al exterior. Ese contacto, aunque efímero, le basta para embriagarse con su belleza. El tono dorado de su vestido acentúa la palidez de su piel y el rubio de sus cabellos. En un impulso deja la copa en la mesa y va tras ella esquivando como buenamente puede a los demás invitados. Por fin consigue llegar a su destino y atraviesa las cortinas.

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ella escucha un ruido tras de sí y se gira sobresaltada. Sus miradas se cruzan. Sobrepasando el susto inicial, se lleva una mano al pecho intentando así contener los latidos de su corazón desbocado. Pasados unos segundos, respira profundamente y suelta una risita nerviosa.

Vaya capitán, me habéis asustado. ¿Qué hacéis aquí? ¿La fiesta no es de vuestro gusto.

- No era mi intención asustaros princesa. Lo lamento. En una magnífica fiesta sin duda aunque podría deciros lo mismo a vos. ¿Qué hacéis aquí fuera? ¿Acaso los jóvenes con los que charlabais no eran de vuestro agrado?

- Eran demasiado atentos me temo. Necesitaba tomar el aire. ¿Y vos?

- Os he visto atravesar las cortinas y no he podido dejar pasar la oportunidad de estar a solas con vos.
Mientras decía esto el joven iba acercándose lentamente. Ella por su parte, cohibida ante las palabras del capitán, iba poco a poco retrocediendo intentando alejarse de él hasta que topó con la barandilla de fría piedra.

¿Las jóvenes de la corte no son lo suficiente buenos para vos capitán?

- Me he cansado de ellas. Busco algo más...especial.

Sus labios se posaron sobre los de ella robándole así un beso.

Mi padre os hará ejecutar si se entera de esto... - replicó ella sin ninguna convicción que impregnara su voz. 

El beso del capitán había acabado con su fuerza de voluntad y, aunque habían sido unos segundos, aquel roce de labios la hizo suya.

- Creo que valdrá la pena arriesgarse. - contestó el capitán sin dejar de besarle el cuello.

De un tirón libera los pechos de la princesa del oprimente corsé. Ella deja escapar un grito de asombre e intenta cubrirse con las manos.

- No, eso no...

Él la sujeta por las muñecas y la fuerza a quitar las manos. Agarra sus pechos con firmeza y muerde sus pezones. Ella grita y se estremece cuando él tira de sus pezones. Sin dejar de lamer sus pechos el joven saca su miembro de los pantalones.

Ella no se esperaba que el capitán fuera capaz de llegar tan lejos. Su mente sólo había previsto un par de besos furtivos y alguna caricia rápida. Pero esto la llenaba de pavor.

- De rodillas princesa. Quiero ver de lo que sois capaz.

Posa las manos en sus hombros y la obliga a descender hasta dejarle la boca a la altura de sus caderas. La dulce princesa tiembla ante la situación. Nunca ha hecho nada como eso y teme no saber desenvolverse. Parece demasiado grande y gruesa como para poder albergarla en su pequeña boca.
Ante las dudas de la joven, el capitán adelanta sus caderas y roza con sus labios la punta de su miembro. La princesa reacciona y saca la lengua para lamerle tímidamente. La recorre lentamente hasta llegar a la base dejando un rastro de saliva a su paso. Besa su glande sin atreverse a levantar la vista.

Abrid bien la boca princesa – le dice colocándole ambas manos a cada lado de la cabeza.

La princesa, obediente y asustada, hace lo que le pide. Con un movimiento de cadera el capitán se adueña de la boca de su joven amante hasta llegar al fondo de su garganta. A la joven le sobreviene una arcada que logra controlar antes de que el capitán vuelva a embestirla. Sus ojos están llorosos y la saliva se le escapa entre los labios.

Cuando por fin saca el miembro de su boca se afana por tomar aire y tosiendo de vez en cuando consigue recobrar el aliento. Él la ayuda a levantarse y le da la vuelta para colocarse a su espalda.

Agarrándola por la nuca la obliga a inclinarse hasta que su estómago toca el barandado. Sus pechos quedan colgando del balcón y el frío aire de la noche hace que sus pezones se endurezcan. El joven levanta la parte de atrás de la falda y se la sujeta a la altura de la cintura dejando al descubierto su hinchado y brillante sexo. Lo acaricia con manos expertas excitado al ver la humedad de su interior. Aproxima su miembro al de ella mojando su glande.

Por favor... aquí no... puede vernos – suplica la princesa sollozando.

- Si queréis que me detenga sólo tenéis que decirlo. - le responde introduciendo un poco su miembro en ella. 

- ¿No decís nada? - un poco más adentro. - Muy bien, veo que vuestras reticencias no iban enserio.

El le introduce el miembro hasta el fondo. La princesa responde con un gemido ahogado y se agarra al balcón aguantando las embestidas del capitán que cada vez son más duras y salvajes. Presa de la pasión comienza a gemir escandalosamente cada vez que su cuerpos chocan.

Silencio princesa o nos descubrirán. ¿No querréis que vuestro querido padre os vea así verdad?

La joven princesa, alarmada, se muerde los labios he intentan contenerse a pesar de que sus brutales embestidas hacen que todo su cuerpo se estremezca.

El capitán, dominado por el placer eyacula sobre el trasero de la princesa mientras que a su vez el orgasmo de ella se desborda entre sus piernas mojando el suelo.

A los pocos minutos ambos han vuelto a la fiesta. Parece que nadie se ha dado cuenta de su ausencia ni de sus gemidos.


Ahora, ambos tratan de evitar que sus miradas se encuentren hablando con desconocidos.




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